CIENCIA Y DIOS. UN PAR DE APUNTES
- gonzalojesuscasano
- 12 dic 2023
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CIENCIA Y DIOS. UN PAR DE APUNTES
Anotaciones, nada más, es lo que les voy a ofrecer a Vds., porque de todos es sabido que el asunto se las trae. Para mí, profano, lo que más me ha llamado la atención, entre muchas opciones, han sido J. Polkinghorne y Frank J. Tipler. Aquél es pastor anglicano y está convencido (y nos quiere convencer) de que las leyes de la física no sólo son compatibles con el teísmo, sino que encajan a la perfección con el cristianismo, y pone como ejemplo máximo la Santísima Trinidad. Atrevido planteamiento desde luego, ejecutado con coraje científico & teológico.
Tipler es uno de los campeones del principio antrópico, cercano a las ideas de Polkinghorne desde luego. Aquél me resultó un concepto muy muy sugerente, desde la primera vez que lo leí, hace muchos decenios. Y si sigo sin ser capaz de posicionarme respecto a él, al no ser físico. Su origen es desde luego científico, pero desde cierta perspectiva puede parecer no- falsable (Popper), i.e. aproximarse peligrosamente a la metafísica; y sé que muchos se encuentran en la misma duda. Tipler llega en su viaje verdaderamente lejos, porque en su teoría las leyes de la física tienen como resultado final el Punto Omega de Teilhard de Chardin. ¡Pues sí señores!, Tipler no se arruga en fusionar la físico-matemática con el cristianismo, algo que pocos compran.
Después de leer sus obras, en mi modesta opinión (de no-físico, no-químico, no-biólogo, no-geólogo …, ni ná de ná) sus tesis son inconcluyentes, que es una manera educada (de colegio católico) de decir ¡erróneas! Pero, desde luego los especialistas tienen mucho que investigar, analizar ¡y pelearse (sin cañones afortunadamente)!
Yo me quedo en lo de siempre, que no por antiguo, sabido y repetido, lo valoro menos eficaz … Ciencia y religión son dos modelos de pensamiento (mítico-científico) absolutamente dispares, es más, inconmensurables (Kuhn); así que ojo con mezclarlos, porque el resultado será un esperpento conceptual, sin pies ni cabeza ni cola, i.e. un batiburrillo en el que nadie se aclara. Cada una en su terreno, en su universo del discurso, bien separaditas, no vaya ser que al juntarlas estalle la pólvora; o que generemos un esperpento valleinclanesco.
Y siguiendo por este sendero “de siempre” me voy, ¡cómo no!, al bueno de Kant. Éste desmonta, con el poderío filosófico que le caracteriza, el argumento ontológico: el concepto de Dios nos lo describe como el Ser que posee todas las perfecciones, la existencia es una perfección, por tanto Dios la incluye. ¡Pues no hay tal!, responde Herr Immanuel, porque la existencia no es una perfección (cualidad, rasgo, propiedad) de un ente, sino la “posición”, instauración de todos sus atributos; la existencia no hace más perfecto a un ente, sólo lo coloca en la realidad; es la presencia en ella de todos sus rasgos, ¡no un rasgo más! No está mal argüido ¿verdad?; Kant nunca falla en ser sustancioso con sus razonamientos. A continuación desvela que las otras pruebas sobre la existencia de Dios, la cosmológica y la teológica, se sustentan en la ontológica. Anulada esta última, ¡catapúm!, se desmorona todo el edificio de teología racional.
La conclusión es que no hay pruebas válidas de la existencia de Dios, y sin embargo (¡eppur si muove!) nuestro buen alemán (lo era, no como Herr Adolf) era un firme creyente luterano, pietista además. ¿Cómo es esto?, ¿no era incoherente?, pues no, y ya hemos explicado el porqué; “creyente”, la aceptación de la existencia de Dios le llega de su Fe, no de demostraciones científicas, que provienen de otra área del conocimiento humano. Estoy bastante seguro que ésta la postura de muchos de Vds.; es más, las Cinco Vías de Santo Tomás son eso, caminos para acercarse a Dios, a la Creencia en Él, no son “pruebas”, desde el conocimiento empírico y/o matemático.
Polémica antigua la de las relaciones entre saber físico-matemático y religión, tanto como la aparición del primero; y seguirá y seguirá …; estas son sólo anotaciones como avisé, pero espero que sean eficaces, en general, como brújula.
Continuará, ¡si Dios quiere!