D. GUILLERMO Y D. MIGUEL
- gonzalojesuscasano
- 21 feb 2024
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 28 feb 2024
D. GUILLERMO Y D. MIGUEL
¿Quién cómo D. Guillermo? Éste será el leitmotiv del presente artículo, que tiene como excusa (recurso usual en mí) otro, breve (el mío no lo será tanto, les prevengo), de Carlos Mayoral, acerca de D. Miguel de Cervantes, como el más ilustre de los españoles … ¡cielos!, ¡qué frase tan larga!, ¡tantas comas!, ¡y ahora tantas interjecciones!, esto hay que corregirlo, o ninguno de Vds. continuará leyendo.
Mayoral se mete en el típico, y espinoso, asunto (no, no hay lío amoroso aquí) de comparar a D. Guillermo (Agitalanza) con D. Miguel (ni Unamuno, ni Induráin). Y propone una arriesgada tesis, que el español es superior al inglés porque en su Quijote, detrás de la aparente (phainomenon) locura se esconde, vibrante, la Razón (noumenon). El locatis (apariencia) manchego sería en realidad (en-sí) un avatar (muy moderno esto ¡eh!) de la Razón, de la Ilustración, del futuro de Occidente en cuanto a su ideología/cosmovisión.He de confesarlo, cuando se “toca” el tema de Mi Ilustración, de Mi Kant, se me encienden todas las luces de precaución, y si estoy en modo semáforo, son rojas.
Veamos (y escuchemos, y escribamos). Se trata de que El Quijote sea una fuente directa del Siglo de las Luces; evidentemente hay múltiples interpretaciones, ¡estamos en el ecosistema de la hermenéutica! El ejemplo habitual es el de la geometría, un cubo, iluminado desde diferentes ángulos, nos ofrece muy diversas formas, i.e. todo depende de la perspectiva con la que observemos el objeto. Igual pues con esto de un Alonso Quijano racionalista (cartesiano), ilustrado. Bien, pues yo no compro este perfil del cubo, esta tesis, y no lo hago por los argumentos de siempre de los historiadores, que por supuesto pueden ser revisados por otros del gremio, que ven nuestra novela desde otra atalaya; de todos es bien conocido la facultad de los hechos históricos de dejar de serlo.
Cervantes, el Siglo de Oro …, acendrado catolicismo, contrarreformista sin contemplaciones, impecable apología de la Monarquía absoluta, Imperio, colonización y cristianización de los indios vistas como sagrada Misión grata a los ojos del Todopoderoso, mirada siempre hacia la otra vida (misticismo incluso), doncellas y dueñas, rigurosa moral católica, posesión de la Verdad Absoluta donde no cabe la tolerancia de otras creencias (¡heréticas!) etc. etc. etc. Definitivamente esto no tiene trazas de librepensamiento, de las Luces: los volterianos serán los enemigos de la Fe, la decencia, y las buenas costumbres, ¡demonios con rabo! Por supuesto la hipótesis es que nuestro caballero andante pertenece a esa época, a esa visión de la realidad, pero ¡la dinamita!, la rompe en pedazos, sutilmente, tras su (¿aparente?) locura, para iniciar el camino hacia otra, que será la contemporánea. Pues tampoco, yo no veo (quizás deba graduarme la vista) ningún atisbo de “revolución” en alguien que defiende a muerte las virtudes y conducta de la antigua a.
En lo que se refiere a Shakespeare desde luego no voy a afirmar nada que apunte a ruptura de mores, a destrucción de las tradiciones patrias, a llamada a un nuevo mundo de Ideas. No, no; voy a poner mi foco en la literatura, en la belleza de sus frases, en la fuerza de sus metáforas, paralelismos, comparaciones, símiles, atrevidos giros del lenguaje habitual etc. Todo esto aparte, y añadido, a la gigantesca cantidad de vocabulario, aunque no creo que sea esto los primordial.
Pues sí, me refugio en lo típico, en lo que encontrábamos en los libros de texto de mi (lejana) adolescencia, y que estimo como válidos hoy.
El Mercader de Venecia, ese usurero hebreo encabronado con los cristianos, porque le tratan como si no fuera la Sal de la Tierra, y prorrumpe en ácidos lamentos, reclamando la Humanidad de todos, incluidos los adeptos a la religión mosaica: ¿no tenemos también ojos, manos, orejas, narices, bocas, dientes, dedos gordos y meñiques, dientes, uñas etc. etc., ¡igual que los gentiles! ¡Ay mísero de mí, ay infelice! Si nos pincháis sangramos, si nos haces cosquillas reímos, si no nos envenenáis la palmamos …, ¿no somos iguales a vosotros, perros romanos! Shylock es el trágico quejido de los humillados y ofendidos, de los pisoteados por pertenecer a otra etnia, otra creencia, otra cultura, por ser Otro. Recomiendo leer en voz alta, muchas veces, ese monólogo del hebreo enrabietado, harto hartísimo de ser vapuleado como un saco de pugilismo; incluso si no es en la lengua inglesa resuena como texto inmemorial; D. Guillermo lo logra de nuevo, lo Universal, para judíos, cristianos, musulmanes, budistas, hinduistas, jainas, parsis … para todos, en todas las estaciones del año, en todas las latitudes del globo. Todos los entienden, para todos resuena, honda, vivamente.
Macbeth, el ansia de Poder, que todo lo consume, hasta el paroxismo: La Vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada. Nadie como Bill para reflejar las grandes inquietudes del Hombre, las angustias del futuro existencialismo.
Romeo y Julieta, el amor romántico perfecto, puro, río que todo lo arrastra: Julieta, sol, cuerpo celeste rutilante, envidia de la luna, tu presencia sola genera el amanecer. Romeo, mi Romeo, cambia tu nombre y podremos ser el uno del otro, pues sólo unos fonemas nos distancian; con otro apelativo que Montesco seguirías siendo un ser adorable, objeto de todos mis desvelos y pasiones; igualmente la rosa, con otro nombre seguiría exhalando su embriagador perfume y mantendría su hermosa geometría. ¡Ay Romeo, mi Romeo! L’amour, sempre l’amour.
Julio César, otra vez el Poder, pero aquí desde el punto de vista (diferente iluminación del cubo) de las intrigas, los engaños, las celadas que se emplean para obtenerlo, ¡y para conservarlo! ¿Por ventura les suena esto? Ese Antonio (Marlon Brando) ante el cadáver de su amigo César: Bruto es un hombre honrado, ergo, tendría sobradas razones para asesinar a César. Pero éste, ¡oh Pueblo Romano! (no se atreve a llamarlo plebe desde luego, pues está reclamando, maquiavélicamente, su apoyo para aferrar el Poder), os amaba, ¡cuánto os amaba!, mis queridos conciudadanos; he de comunicaros, con hondísimo dolor de mis entrañas, que he examinado el testamento de César, ¡y os lega toda su fortuna a vosotros, su gente!, os veneraba más que a la carne de su carne; era un torrente inagotable, que desbordaba todos sus bienes sobre vosotros, que me escucháis abatidos. Pero Bruto es un hombre honrado [ = es fementido traidor, que asesinó rastreramente al hombre que más os dio, y os daría; unámonos todos contra él, despellejémosle aún respirando, y entreguemos sus restos para el festín de los córvidos).
Hamlet, este chico danés, de Dinamarca, que es presa de la Duda, no la cartesiana, que es epistemológica, sino de la existencial: ¿qué hacer con mi vida?, ¿extinguirla como una vela que se sopla?, ¿acabar todas mis cuitas e infortunios hundiendo una daga en mi joven corazón? Un ser atormentado, con un complejo de Edipo de libro, y apremiante necesidad de un psiquiatra. La más excelsa creación del cisne del Avon.
Lear: más ponzoñosa que la mordedura de una serpiente es la ingratitud de los hijos. ¡Ay, qué hacemos con los hijos!, ¡qué cruz nos ha caído con ellos!, ¿es que no hay quien pueda con Pepito! La más horrenda de las tragedias: perder el respeto y el amor de tus hijos; he ahí una condena bíblica, absoluta aniquilación del espíritu que la sufre.
Y mi favorito de todos, el discurso de Hal el día de San Crispín, víspera de la decisiva batalla de Azincourt: no pidas un hombre más Westmoreland, porque en tal caso deberíamos compartir con más gente nuestra parte de la honra (del pastel, i.e. territorios franceses); no, somos suficientes, mis hermanos, mi pequeña banda de hermanos; porque si lucháis a mi lado en es esta decisiva (para muchos desesperada) batalla, seréis mis hermanos, sin importar vuestra baja cuna, inferior extracción, grosera conducta anterior. Y al llegar a la senectud recordaréis, henchidos de orgullo, ante hijo y nietos, que fuisteis invencibles guerreros ante los follones franceses, inamovibles de vuestra posición con vuestros poderosos arcos largos. Y aquellos que están ahora en sus casas, panza arriba roncando en sus lechos, sentirán la vergüenza de los siglos por no encontrarse entre nosotros, banda de hermanos, en la gloria de las glorias; no serán dignos de llamarse ingleses, y sus patéticas vidas se vaciarán de sentido, mientras que sus indignos cuerpos serán como boñiga [del indoeuropeo gous, de ahí bous (griego) y gaus (sánscrito): se impone aquí el “toque” erudito], y su único valor, postrero, será servir de abono para el cultivo de tomates [una vez más …, la variabilidad de precios de los tomates, demuestra que el Valor está determinado por la oferta yu la demanda, no por la cantidad de trabajo invertido en el producto: refutación de la teoría económica marxista].
Pues sí, todo esto y más, hay en el buen Bill. Una brillantísima utilización de los vocablos, exprimiendo sus capacidades expresivas/significativas de manera inigualada (el tiempo dirá si inigualable); antes nuestro Autor, se carga de veracidad el término Universal (evito global, porque conlleva otras denotaciones): ningún literato lo merece más que D. Guillermo.
¿Y qué hay de D. Miguel (ni el bilbaíno, ni el ciclista)? Pues sí, en ese aspecto del dominio de la lengua, del dramatismo, incluso la tragedia (hybris), la composición de arquetipos conductuales, “para todas las épocas”, lo considero inferior. Pero ¿qué es lo que tiene el alcalaíno?
Pues … tiene … (redoble de tambores hollywoodenses), la narración, la novela, el contar una historia. Una acción mil millones de veces (¡y no me gusta exagerar!) repetida a la lumbre de campamentos de agricultores, cazadores, guerreros, y del hogar. Algo connatural al Homo Sapiens, tan antiguo como él: érase una vez …, unos personajes, que experimentan una serie de peripecias, cuyo transcurrir mantiene expectantes a los oyentes (hoy también espectadores).
Eso es la novela, relatar un conjunto de eventos; y, si es buena, hacerlo con fluidez, con ritmo, con el tempo adecuado. Por ello yo siempre la comparo con el cine; empiezas a leer (a ver los planos), y la cadencia te lleva, te hace seguir y seguir, odiando aquello que te interrumpe. Ahí radica el gran mérito de D. Miguel (el alcalaíno): continuar y continuar, línea tras línea, página tras página. ¿No me negarán Vds. que este género de Arte sea asimismo Universal? El Quijote, quizás la primera novela, casi con seguridad la mejor, probablemente inigualable.
Se ha ensalzado a menudo, en la literatura vanguardista, el torrente de conciencia, el dejar fluir la mente y que el novelista sencillamente traslade al folio lo que va transitando por su coco, sin apenas restricciones; sin la barrera del Ego, esa Instancia represora (que hace de nosotros unos cobardes, según ese chico danés lleno de cuitas) que intenta siempre “controlar”, vigilar nuestro Inconsciente, esa fuente de prístinos deseos, de la Vida según Dionisos. Literatura encomiable, muy del surrealismo y del psicoanálisis ciertamente, pero, pero …, esto no es la novela cervantina a mi parecer, i.e. no es la buena novela. Ésta se sustenta sobre la consciencia, la reflexión …, acerca de algo antiquísimo, y simplicísimo (en apariencia): como contar una historia. Efectivamente, no es tanto elegir unos rimbombantes, sino cómo colocarlos, cómo concatenarlos, para que el producto tenga ritmo, continuidad; y nos enganche, y nos haga querer más: sigue, sigue, no te pares, ¿cómo sigue?, ¿cómo acaba? Y la plena atención del oyente/lector, expectante, admirado, perplejo, sorprendido, siempre sorprendido; ¡cuéntame, cuéntame! Un acontecimiento repetido y repetido, desde los primeros grupos de humanos.
Es ahí donde sobresale D. Miguel, por encima de los Arquetipos, Universales de conducta, de D. Guillermo.