DAVID FINCHER: SOBRE ASESINOS Y PINTORES
- gonzalojesuscasano
- 21 nov 2023
- 4 Min. de lectura
DAVID FINCHER: SOBRE ASESINOS Y PINTORES
Hace unas pocas fechas pude ver El Asesino, de David Fincher, y ciertamente “impecable” es un término adecuado para describirla: pulcra, nítida, sin fallos, sin “manchas” fílmicas.
Asimismo me recordó, seguramente como a muchos otros cinéfilos, Le Samouraï de Jean-Pierre Melville; como el propio Fincher es uno, i.e. cinéfilo, me apostaría un millón de billetes verdes de EE.UU. (¡quién los tuviera!) a que se ha inspirado en esos, imborrables, primeros veinte minutos de El Silencio de un Hombre. Y si no ha sido así, ¡las similitudes son tan aparentes como para no mencionarlas, y sumergirse, placenteramente, en ellas!
En la de Melville, al cabo de diez minutos, ¡por fin!, pronuncian algunos vocablos (en la lengua de Molière); y a continuación otros diez minutos, hasta que vuelve a sonar Molière. En suma, sustitución de la palabra por la imagen, puro cine …, o al menos el que le gusta, engancha, a su seguro servidor que pergeña estas líneas.
En la de Fincher tenemos otros veinte minutos en los que no hay diálogo, excepto uno breve con el contratista del asesino profesional (hay gente pa tó, Rafael El Gallo dixit); aparte de ello lo que escuchamos es el monólogo interior de Fassbender. Efectivamente, tenemos una voz externa, que para muchos (entre ellos su seguro servidor), es el pecado mortal del séptimo arte: hay que narrar con imágenes, en movimiento, no con bla, bla, bla, bla, ya que esto último es para la novela. Pero en fin, le perdonamos a Fincher; mejor dicho, le elogiamos, porque oír el torrente de conciencia de El Asesino (¿cómo se llama?) va perfectamente con el relato visual, esto es, resulta muy cinematográfico. No vamos a pillar al bueno de David en un renuncio, es demasiado hábil para ello.
La cuarta vez que vi, en dos días, esos veinte (impactantes) veinte minutos iniciales quité el sonido, y ¡voto a bríos que funciona!, la sucesión de estampas funciona. ¿Cómo es eso, mis apreciados lectores (alguno habrá por ahí)? La explicación me lleva, con benéficos vientos, esperemos, al núcleo de estas líneas: la pintura.Al contar con mucho más tiempo libre, cortesía de la pensión del Estado Español (que dios guarde muchos años, porque tiene ahora mismo hondas cuitas políticas, no existenciales como Werther), he decidido, entre otras áreas, mejorar un poco mi conocimiento de la Historia de la Pintura.Así que hace tan sólo unos cientos de horas me topé en Internet, “hojeando” (¿u ojeando?) en el Academicismo, con El Taller de el Pintor, de Gustave Courbet, y me dije a mí mismo, en lenguaje interior como El Asesino (no, no es esta mi profesión, sino precisamente la que propició el “pa tó” de El Gallo): ¡si esto parece uno de esos planos de David Lean, utilizando una gran profundidad de campo!; esto es, perfecta, armoniosa distribución de las figuras en la pintura/encuadre, bien definidos/enfocados los personajes del trasfondo. De la pintura al cine, y viceversa, todo “impecable”, estético, agradable al sentido de la vista.
Efectivamente, esto es lo que me encandila, me mola (no de Ulan Bator) en un largometraje, el lado pictórico, el impacto óptico. Lo que le remacha John Ford al joven Fabelman: ¿dónde está el plano del horizonte?, y déjate de mandangas sobre las intenciones/motivaciones/pulsiones de los personajes … Esto es lo demandamos un buen grupo de apasionados del Séptimo, el goce estético, ser seducidos por los elementos de la imagen. ¿No es importante la historia, los diálogos, el mensaje?, ¡por supuesto! Pero hay ciertos tipos que privilegiamos la Forma.
Desde siempre nuestro realizador me ha parecido de los míos. Yo elijo como paradigma Zodiac, que tiene la misma historia que Harry el Sucio, pero no la misma (¡cielos no!) Forma. A mí es Fincher quien me alegra del día, sin Magnum 44: es cuestión de gustos, y de Formas (no de educación, sino de cine).
Desde las primeras imágenes de El Asesino pensé en la pintura, ¿de qué corriente?, pues para mí del Academicismo, como Courbet: precisión, representación soberbia de la realidad, simetría, equilibrio, serenidad a través de la distribución de los individuos & objetos. ¡Qué bonito, demonios! Pero sí, empatizo perfectamente con aquellos humanos que juzgan esta perspectiva absolutamente insuficiente, deficiente; el Arte no debe ser sólo hermosura, sino además moraleja, significado profundo, denuncia, revelación y desvelación (aletheia), liberación de las cadenas (burguesas o patriarcales). Sí, lo capto, pero yo, y otros, no estimamos que el Séptimo (no de Caballería) tenga esta Misión.
Y sí, advierto que para muchos estos encuadres tan pulcros, tan cristalinos, resulten “fríos”, sin garra, sin mordiente, esto es, no te estimulan, no te hacen removerte en la butaca. De acuerdo, sí; también las escenas de Kubrick tienen este aire, y se le considera uno de Los Grandes. El estilo, la perspectiva de nuestro director, me basta y me sobra para el Arte.
Pero no concluye aquí su destreza; cortar/pegar, cortar/pegar, ¿qué me dicen Vds. Vds. de cómo lo ejecuta el buen David? Ni te das cuenta casi; empalma una toma con otra con tal delicadeza que logra un ritmo en el montaje que te lleva como un fluido. La imagen que discurre sin obstáculos, sin choques. Arte, y más Arte. Y eso que nuestro hombre no descuella en mis técnicas predilectas, el plano secuencia con desplazamiento, y los sofisticados efectos en el montaje (De Palma). Pero no pidamos peras al olmo, que David Fincher posee mucho crédito en el Banco fílmico.
Al igual que me pasó con Oppenheimer me he equivocado, afortunadamente, con El Asesino, porque ha sido un éxito de audiencia. Como con aquélla, juzgué que iba a ser demasiado sutil para el gran público (de Marvel). ¡Bendito error! Y lo repetiré hasta el último suspiro: vergüenza inmarcesible para la Academia de Hollywood por no otorgar el Oscar de mejor producción a Mank.
The Killer, de David Fincher, o donde los asesinos son pintores.