DERECHOS HUMANOS, ANIMALES Y CONVENCIONES
- gonzalojesuscasano
- 25 nov 2024
- 20 Min. de lectura
Actualizado: 7 dic 2024
DERECHOS HUMANOS, ANIMALES Y CONVENCIONES
“En el Principio fue la Convención”; he aquí la línea maestra de lo que voy a redactar a continuación, que no será sobre el Logos, ni sobre esencialmente sobre la Naturaleza (physis), sino sobre el Convenio (nomos). Si ello les suena a Vds. a Contrato (social), pues sí por ahí van los tiros, que espero que no se transformen en cañonazos, dado el debate que se percibe en torno al Animalismo. He escrito varias veces que este último lo entiendo como un componente fundamental de la Cosmovisión que podríamos llamar de Corrección Política, progresista/de izquierda (brahmán a menudo), a saber: feminismo radical, ecologismo extremo (Gaia), LGTB, woke, igualitarismo a ultranza y demás.
Frente a ella ya he defendido mi propia teoría omniexplicativa/visión del mundo, cuyos componentes son: democracia liberal burguesa, economía social de mercado, ciencia experimental físico-matemática (ya saben, Galileo y Newton), codificación racional (sin hacerle ascos a la tradición histórica, Savigny) del Derecho … Esto último es lo que nos introduce de lleno (espero que no sea la boca del lobo) de los Derechos de los Animales. Mi axioma de partida, y de salida (y de paso intermedio), es que los brutos (no-humanos) no tienen derechos porque no tienen deberes.
Dicho así parece muy sencillo, casi elemental mi querido Watson; pero si nos atenemos a toda la tinta (menos mal que no es sangre) sobre ello, aquí hay gato encerrado …, por cierto ¿tiene Derechos ese gato?, ¿está vivo o muerto (Schrödinger)? Así planteado vengo a decir (¿simplemente?): los chuchos, mininos, burros (no-humanos) no tienen Derechos porque no tienen carnet de identidad, no hablan, no votan, no pagan impuestos, no se divorcian, no trabajan en el mundo social (bueno, también hay, no pocos, Homines Sapientes que no cumplen esto), no pueden ser llevados a juicio por sus malos actos etc. Esto es, si un perro muerde y matar a un ciudadano no se enfrenta a un tribunal, no contrata a un abogado defensor, no puede ser encarcelado o multado (o ejecutado) …, esto es, no es Responsable de sus actos, no tiene el Deber de seguir las reglas sociales (y penales) de un Estado. Ergo, no tiene Derechos; esto es un chucho no es un Ciudadano, de modo que carece de las prerrogativas de éste; las cuales van indisolublemente unidas a obligaciones: no matar, no robar, no mentir, cumplir las promesas, pagar los impuestos, mantener las reglas del decoro, no maltratar (ni de palabra ni de obra) a la suegra.
Derechos poseen los Ciudadanos, unidos a sus “cargas” evidentemente.
Pero no parece todo tan nítido y transparente. En Gladiator II Caracalla nombra a su mono Dondas primer cónsul, y se supone que el guionista hace un guiño a la pretensión de Calígula de designar a su caballo Incitatus como cónsul. Veamos, oigamos, ¡y asombrémonos!; ¿por el fiat del emperador adquiere el monito, o el jamelgo, plenos derechos como cónsul?
Pues, pues …, me temo que sí querido compañeros y sin embargo amigos. Porque en un sistema político absolutista el Autócrata es fuente de la legalidad, de manera que sí Él decide otorgar plenos Derechos a los animales así será; por consiguiente en la misma tesitura estaríamos si los concediera Felipe II, o Luis XIV, o alguien con similar todopoder, i.e. el Estado soy Yo. Esa autoridad suprema determina qué es legal o no, y punto; y si no estás de acuerdo te largas de esa sociedad, ¡o pruebas sus cárceles o su látigo!
¡Hum!, mal cariz toma el asunto …, para los bípedos implumes, que no para los irracionales; éstos, sin comerlo ni beberlo (ni pedirlo, ni reivindicarlo en manifestaciones) se encuentran con una batería de prerrogativas. En fin, mucho rédito para tan poco trabajo (ninguno de facto).
¡Pero amigo Sancho todo cambia cuando topamos con el Contrato Social! En esta perspectiva del Poder y el Estado el Soberano es el Pueblo, no el monarca, y sólo en aquél reside la legitimidad, i.e. la facultad de conceder prebendas. Pues sí, esto es otra cosa, otro “animal”, político.
Al referirme al sacrosanto (aunque sea 100% laico) Pacto Social tengo en mente, evidentemente, a Rousseau y la ilustración; y ello a pesar de ser muy consciente de que ya en el Ática se discutía abundantemente (los sofistas) sobre physis y nomos en política.
Pero es en el Concierto Social surgido de Las Luces donde se instaura de verdad la autoridad del Pueblo, y de la Razón, y así nace (en sentido estricto) el Ciudadano. Una agrupación de éstos (demos) se pone de acuerdo respecto al sistema de gobierno ejecutivo, sus leyes y sus jueces; ¿cómo lo logran? Pues ya lo sospechan Vds., ¡hablando!, no ladrando, cacareando, balando, aullando, maullando, balando, zureando u otros sonidos zoológicos.
Ya saben Vds., el que no llora no mama, y el que no habla no consigue prebendas en la Colectividad Humana; el Acuerdo es entre humanos, con humanos, ¡y para humanos! No cabe otra.
Lo llamativo es que en ese Convenio en el que se instituye comunidad política llamada democracia liberal, se acuerda, por convenio (¡no estoy jugando con las palabras!), que ciertas atribuciones no son consecuencia del derecho positivo; no, son universales, pertenecen a todo quisqui: son los notorios Derechos Humanos, que tanto nos hacen hablar. Un momento …, ¡éstos deberían asignarse sólo a los Ciudadanos, los que han establecido el Acuerdo Social (racional)! Pero no, aquéllos proclaman que son válidos incluso para quienes aún no son ciudadanos (esto es, no viven en democracias), pero como entes racionales & sociales tienen la capacidad (si se lo permiten los ejércitos de los autócratas) de transformarse en ciudadanos.
Pues sí, es la arrogancia del Siglo de las Luces: creerse descubridores (o inventores) de Normas Universales, para el conocimiento (físico-matemática), para la ética (moral kantiana), y para la polis. Y así surge el código napoleónico, que asevera ser válido para todos los ciudadanos, porque ¡es racional!; ¡ojo a lo último!, porque en este ámbito los irracionales no pintan nada: todavía estoy por ver a un chucho con un pincel.
Mucha Luz, mucha Razón en todo esto que voy pergeñando, el Derecho entendido ante todo como codificación, sistemática, organizada, intersubjetiva, válida para todos los pensantes …; por mi parte, y con mi habitual atrevimiento de no-especialista, me arriesgo a añadir que en este “espíritu” de la Ley, también cabe, y con holgura, la perspectiva de la escuela histórica del Derecho. Me refiero, por supuesto, a lo consuetudinario, a los usos & costumbres, a las tradiciones y demás; me arriesgo a esta puntualización, porque ¡demonios! (perdón, ¡cielos!), los seres humanos son racionales en sus comportamientos sociales, en sus hábitos con sus paisanos, en los acuerdos a los que han llegado entre sí para no devorarse como lobos hobbesianos. Es que si no pensáramos de este modo, ¡aviados estaríamos!; ¿cómo vas a convencer a seres “brutales” de que se rijan por reglas ecuánimes? Esto me lleva a martillear sobre el mismo clavo: para tener el usufructo de un derecho, no sólo hay que pedirlo hablando (no bramando o mugiendo), ¡hay que entenderlo!; si no comprendes el beneficio del que estás, supuestamente, investido, no puedes poseerlo de verdad. Esto se aplica a los irracionales, pero asimismo a niños y deficientes mentales …, sí otro asunto que no es rosáceo, sino espinoso.
¡Nos encontramos ante un agudo caso de prepotencia ilustrada, y además europea, i.e. políticamente incorrectísima! Pues aquí tenemos otro debate, y bien ardiente sin duda, en torno al eurocentrismo.
Supongamos (¡cómo me gustan las hipótesis!) que una sociedad plenamente democrática (no Calígula o Caracalla) decide por Acuerdo establecer Derechos Animales; ¡uf!, peligra todo mi edificio cosmovisional & ilustrado. ¿Se me caerá como un castillo de naipes? Veremos si soy capaz de apuntalarlo.
Una salida directa sería argumentar que esos Ciudadanos que siguen el Animalismo, han perdido la chaveta, que se están pegando ellos mismos un tiro en el pie. Pero ¡esto no vale!, es en exceso expeditivo, y además facilón. Por supuesto los miembros de una sociedad democrática pueden redactar leyes animalistas, ¡están en su derecho!
En este punto voy a tirar piedras a mi propio tejado (ilustrado y no-animalista), metiéndome en las arenas movedizas (¡espero no ser engullido y acabar así abruptamente este texto!) del derecho positivo y el natural.
In illo tempore (en román paladino, hace un porrón de años) leyendo a Locke para un trabajo de clase en la Universidad, se me ocurrió (no, no me caí del caballo camino de Damasco) que quizás todo derecho es positivo, incluyendo el natural. La idea es que este último, hunde sus raíces en el teísmo; es decir, que existe un derecho universal, para todos los entes pensantes, porque éstos han sido creados iguales por el Todopoderoso. Esta premisa, de raíz claramente teológica se habría introducido, quizás subconscientemente, en el Derecho racional/ilustrado/liberal democrático.
Ahora hay que volver un poco hacia atrás (¡no se me pierdan sin brújula!) en estas líneas …, la colectividad emergida de Las Luces redacta una serie de Derechos, por convención (positivos), y por esta misma establece que algunos de ellos son universales; así nació la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y si ahora la mayoría de los vecinos decide (positivamente) aseverar que se incluye a los animales, ¡pues están en su derecho! Con tanto derecho me estoy “torciendo” y liando ¡demonios! (¡cielos!): la parte contratante de la primera parte será considerada en este contrato como la parte contratante de la primera parte … (por cierto, este humor ¡sí que es universal!).
Tomemos la brújula por tanto …, estábamos en que los paisanos pueden llegar al acuerdo de conceder prebendas a los brutos. Aquí, en vez de rendirme a la argumentación, voy a llamar en mi auxilio (¡socorro!) a la metodología de la ciencia.
La geometría de Euclides consta de diez primeros principios, la cinemática de Galileo de tres leyes o axiomas, y la mecánica de Newton de otros tres. Tales premisas definen la teoría, y marcan qué se puede derivar en ella; de modo que si nos tropezamos con una proposición que asevera que por un punto exterior a una recta se puede trazar más de una paralela, que los proyectiles no describen una parábola, o que los cuerpos en movimiento tienen tendencia natural a detenerse …, en tal situación deberemos clamar ¡no, no y no! Ello no se deriva de nuestras máximas, las contradice de hecho; ergo, n os hemos salido de nuestro constructo científico, hemos cambiado las reglas. Si lo último, ¡ya no podemos jugar (al descubrimiento científico)!, ¡es que ya no hay juego!
En el “juego” de los Derechos (universales o no) en una comunidad liberal/democrática/ilustrada el postulado era que se trataba de ciudadanos, de seres racionales, que pueden decidir y entender; si ahora incluye Vds. a los irracionales, ¡se ha salido del juego!, i.e. ha destruido ese edificio teórico, político ahora no científico. Esto es así porque los animales ni deciden (instintos), ni entienden; si un perro mata a una persona no es llevado a juicio, porque no es libre (instinto) al cometer ese acto. Si no es responsable, no tiene derecho …
Lo de deber-derecho, como la acción-reacción de D. Isaac me convence bastante, a pesar de su simplicidad, ¡o quizás por ella (Ockham)! Si un minino no tiene obligación de pagar impuestos, tampoco tiene derecho a recibir en el reparto de éstos (justicia social) que hace el Gobierno. Si una gallina no es libre (instinto) de decidir si pone huevos o no, tampoco tiene derecho a impedir que el aldeano se los quite para hacerse una tortilla; recordemos que para elaborar ésta hay que romper huevos (¡los de la gallina!).
Vamos con los niños; ciertamente tienen derechos, ¡y cantidubi!; pero, si se fijan Vds. los niños no pueden votar, no pueden tener pasaporte, no pueden irse a vivir solos, no pueden ir de excursión sin el permiso de sus padres, no pueden crear partidos políticos, no pueden decidir no escolarizarse, no pueden beber alcohol, no pueden ver cierto tipo de largometrajes …, no pueden, no pueden, no pueden; ¡pobrecicos! ¿Por qué esa falta de derechos?, pues porque tienen muchas menos responsabilidades; sólo los seres racionales, en plena posesión de sus facultades intelectivas (espero que Vds. no se hayan vuelto majaretas, leyendo todo esto!), tienen derechos plenos. No estoy afirmando que los niños sean entes puramente instintivos, como los animales; pero todas las leyes, ¡y derechos!, marcan que no están en completo uso de sus capacidades mentales; así p.ej. si un adolescente comete un asesinato no va a la cárcel, sino a un reformatorio o equivalente. Nos vale la ecuación/ proporción: a más responsabilidad, más derechos, dicho de otro modo, estos últimos hay que pagarlos, ¡cuestan!, no son gratis. Pues sí me gusta esta perspectiva, me resulta auténticamente igualitarista: si quieres más, tienes que responsabilizarte de más; ¡bien!, todos iguales en ello, aunque uno sea hijo de plutócratas, y otro de desfavorecidos. Esto es una potente lema, democrático y 100% liberal & ilustrado: si quieres más prebendas, tienes que ganártelas con más obligaciones.
Otro asunto es p.e. el de las personas en coma, que tienen derechos sin duda (a seguir “estando”), pero al parecer carecen de deberes. Me pregunto si tienen derecho a darse un paseo, a salir a votar, a tomarse unas tapas con los amigos, a emborracharse, a enamorarse, a ir al teatro, a participar en manifestaciones, protestar contra el gobierno …; bueno tienen esos privilegios “en potencia” (a pesar de ser kantiano uso la terminología aristotélica). Cuando se despierten (si ello ocurre, y lo deseo con todo mi corazón) los ejercerán “en acto”; y asimismo tendrán “en acto” obligación de: no robar, no matar, cumplir los contratos, pagar las letras, atender a la manutención de sus hijos, respetar a su suegra, cumplir las normas de tráfico, conducir por la derecha, cumplir las órdenes de la autoridad etc. Pues sí, siempre volvemos, en un eterno retorno nietzscheano, a la relación férrea Deberes-Derechos, que en la misma para todos (los bípedos implumes).
Un tío dice p.ej. que a él pegar violentamente a los transeúntes hasta dejarles sangrando le “pone”, su pulsión es ésa; pues amigo se te coarta esa supuesta libertad y vas a la cárcel. Otro tipo afirma que piensa seguir robando, porque la propiedad privada es injusta; pues colega vas a chirona, al menos en la sociedad capitalista. Se restringen derechos cuando tus actos libres no son respetuosos con el prójimo, i.e. no son “responsables”. Por ello los locos, y los delincuentes están privados del derecho de moverse libremente; y veo claramente que las bestias (no-humanas) son asimismo irresponsables de su comportamiento, por eso no tienen derechos.
¿Tendrían hoy los australopitecos derechos humanos?, otra pregunta de nota, comprometida; yo me tiro a la piscina, y digo que no, porque no eran lo suficientemente racionales (p.ej. no hablaban). ¡Y los neandertales!, ¡glub!, ¡esta sí que es buena!, porque nosotros (excepto los subsaharianos) llevamos genes suyos (pocos); pues me vuelvo a “mojar” y afirmo que exactamente los mismos derechos que los sapiens no. Sigamos por senderos intrincados …; un individuo con rotunda disminución de sus facultades de raciocinio ¿tiene los mismos derechos (p.ej. a votar) que Vd. y yo?, ¡hum!, pues ya camino de la pulmonía mi enunciado es que no.
A menudo se oye que en esta sociedad nuestra, materialista/capitalista/economicista/egoísta/inhumana, la regla es: tanto tienes tanto vales, y no tanto eres tanto mereces. Pues bien, siguiendo con mi connatural optimismo, reforzado por mi “educación” imbuida de la Ilustración, opino que en esta sociedad abierta en la que estamos inmersos en Occidente es buen leit motiv & máxima: tanto haces (responsablemente), tanto obtendrás.
Pues ya que estamos, sigamos estando y continuemos …, con los animales, los derechos, y los humanos.
Un punto que es difícil de encajar en mi (y de muchos) deber-derecho, es la protección de especies en peligro de extinción; acabo de averiguar que en el siglo XXI se han “evaporado” dos, el colobo rojo y el delfín del Yangtsé, lo cual me entristece mucho, y lamento profundamente que ya nunca tendré la opción de topármelas. Esto suena a humanismo ciertamente, pero se puede entender (¡empezamos el debate!) no hacia los animales, sino hacia el Sapiens. Éste ama la diversidad zoológica (y la botánica), la belleza de la naturaleza, la complejidad en ella, extraemos placer de ello. Pero está la razón “fuerte” de conservar en óptimas condiciones el ecosistema; ya sabemos la historia de que si eliminamos un depredador la población de rumiantes puede crecer de manera exponencial, poniendo en riesgo el equilibrio en el hábitat. Conocemos también casos de estos con la introducción de peces muy agresivos en aguas que no habitaban.
¿No cazar durante la cría?, se prohíbe para cazarlos luego más a gusto, y mayores cantidades, esto es, siempre el placer (derecho a él) de lo humanos.
En fin, es el asunto de preservar el equilibrio, porque si lo rompemos, ¡uf! No sabemos qué podría pasar, incluso con consecuencias negativas para nosotros. Pero he hablado muy en serio cuando aludía al goce del Sapiens en la contemplación del esplendor de la Naturaleza, en toda su versatilidad.
Confieso que me dolería mucho no poder ver más rinocerontes, tigres, elefantes o ballenas azules …, pero he hablado de MÍ, de mi disfrute, ¡no del rinoceronte per se! En fin, ahí está toda esa caterva de filósofos que mantiene que el amor a sí mismo (incluyendo el goce estético) es la motivación esencial del bípedo implume.
Pero sí, la causa “de peso” es no modificar el ecosistema, porque romper el equilibrio provoca incertidumbre, incluso para nuestra especie. Ciertamente también existen especies de árboles protegidas, lo cual me parece magnífico, y pienso de nuevo en mi disfrute (¡egoísmo!) al contemplar ese paisaje, y no sólo en el ecosistema. Desde luego nadie diría que tales especies forestales poseen derechos humanos …, aunque, ¡un momento”, he leído en alguna parte la propuesta de conceder derechos humanos a las plantas, que son seres vivos.
Si me pongo casuístico (lo cual no me gusta) podría argüir que respecto p.ej. al rinoceronte, el supuesto derecho se refiere a la especie, no a los individuos. Yo parto de la premisa de que los derechos humanos son siempre de un individuo concreto, algo muy de la Ilustración; pero sé que hay defensores de los derechos de las etnias, de las razas, de grupos minoritarios, de poblaciones específicas. ¡Aquí se discute por todo!
Asimismo está el espinoso asunto de la vivisección, y maltratar/torturar a los animales. Mi esquema deber-derecho puede arrastrarme fácilmente en esta área a la incorrección política. Recuerdo (espero que bien) leer sobre las maldades de la vivisección, hace decenios, en Bernard Shaw, mi dramaturgo favorito; ya entonces pensé: si es ello preciso para experimento biológicos/médicos, i.e. vacunas y mejora de medicamentos, ¡pues habrá que realizarlo! Los humanos tenemos prioridad, esto es tenemos derechos, y los irracionales no.
Si vemos a un tío pegando con saña, con un gran palo, a un perro seguro que vamos a experimentar un profundo malestar, y probablemente intervendremos. Yo en ocasiones he pensado, como en la vivisección, que gran parte de nuestra desazón es causada por la “bestialidad” del humano, más que por el dolor del canino (¡qué también!). Si un chiflado se pone s berrear como un poseso en medio de nuestra calle, también experimentaremos desasosiego, empezando por la contaminación acústica. Los chillidos, de la especie que sean, nos alteran (reacción darwiniana). Me temo que en muchos pueblos y aldeas todavía se mata a los cochinos, ovejas, cabras, vacas, a la antigua usanza, con profusión de chillidos; sí, éstos pueden ponernos histéricos, ¡pero hay que hacerlo!, para comer, y para obtener un dinero comprar zapatos y ropa para los niños. La prioridad es el Humano, siempre.
Si el can tiene derechos, entonces: por pegarle un mes de cárcel, por romperme una pata 6 meses, por dejarle inválido un año. Yo desde luego no admito como razonables tales castigos, porque el código penal no se aplica a los chuchos (no van a juicio, y a la cárcel), ni “sobre” ellos.
Establecido esto, como teoría del deber-derecho, a mi entender un tipo que muestra una violencia feroz y descontrolada contra un animal, muestra su carácter, i.e. posiblemente sea igual de sádico contra sus congéneres; ergo, ¡ojo con ese paisano!, con su conducta en sociedad. Pero siempre acabamos (empezamos) con los seres humanos.
¿Qué animal es el que más sufre?, pues aquel que posee el sistema nervioso más complejo. i.e. nosotros. No digo que los animales no experimenten dolor, simplemente que no es equivalente al nuestro nada más; esto sí recuerdo bien haberlo oído de labios de zoólogos, y referido no sólo al dolor. Cada especie posee su peculiar dotación sensorial, con diversas capacidades visuales, auditivas, olfativas …, cada especie “siente” de una manera. Yendo a lo fácil …, los animales no sienten remordimiento, mala conciencia, celos desenfrenados, amor apasionado, depresión, angustia existencial, deseos suicidas, éxtasis espirituales etc.; ¡por qué lo sé?, porque su cerebro no es tan complejo como el nuestro. Bueno en realidad no lo sé, ya saben eso tan citado:
-los elefantes también “ven” crecer la hierba -eso lo sabe porque es Vd. un elefante, o porque se lo ha dicho un elefante.
Lo deduzco de la selección natural, del darwinismo; admito que éste es uno los pilares de mi teoría omniexplicativa, y mi guía principal en mi rechazo a los derechos animales.
Y sigo adentrándome en las peligrosas aguas pantanosas de la incorrección. Desde mi cosmovisión, a un irracional se le puede hacer (mucho) daño pegándole, pero “torturar” es sólo para (contra) los seres humanos. Porque en ello, además de inmenso dolor físico, lo hay “moral”, violación de la intimidad, humillación, impotencia ante al torturador, ¨vergüenza” posterior por las secuelas, amenaza con los instrumentos, espera a la próxima sesión de tormento …, a veces la espera al maltratador es igual de horripilante. Esto por supuesto lo conecto con la capacidad única del Homo Sapiens de experimentar remordimiento, e inquietud (ante lo futuro).
Otro perfil muy de disentimiento es lo conceder derechos sólo a los animales superiores. Pero, claro, los bolcheviques replicarán que ya estamos comenzando con categorías, elitismo, distinción de clases: hay especies animales mejores que otras, como en el capitalismo. Desde luego el dilema es dónde pone el linde entre animales superiores e inferiores; yo desde luego no me introduzco en ese jardín, pleno de trampas intelectuales, y corto el nudo gordiano: ningún animal tiene derechos.
Aún más para pelearnos, ¡dialécticamente! … Una opción se encontraría quizás si damos Derechos Universales a los seres humanos, y positivos (algunos) a las bestias. Pero desde Las Luces, origen de los Derechos Humanos, cualquiera de ellos es producto de una Convención, del Contrato Social (aquí añado junto a Rousseau añado a John Rawls); por consiguiente podríamos también conceder Derechos Naturales (que ahora no son de origen divino) a los brutos. Pero no, no admito que éstos tengan derecho a: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad (ni a la propiedad privada); desde mi posición intelectual & darwiniana, los irracionales no son “felices” (ni infelices), porque su sistema nervioso no es lo suficientemente complejo. Ellos no sienten ni arrepentimiento ni complacencia.
“Sólo le falta hablar”, pues no señora, a su can lo que le falta es un córtex más evolucionado.
Ciertamente todas estas “razones” pro-Animalismo son para tener en cuenta, pero sin ser dogmático (en absoluto, se lo aseguro a Vds.) me reafirmo en mi proposición: deber-derecho.
Repitiendo mi línea de argumentación, y pensando en la situación originaria de John Rawls & la Ilustración, el Pacto Social es del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, i.e. por y para ciudadanos. Sí, es cierto que hay culturas que poseen animales sagrados, con derechos (p.e. las vacas, o monos), y también árboles, ríos, senderos, montañas sagradas; es más si cortas un árbol sagrado ¡te pueden cortar a ti la cabeza, humano con derechos naturales! Pero ello se da en colectividades del modelo mítico/religioso de pensamiento. Los Derechos Humanos (¿y animales?) de que tratamos en este texto surgen del modelo racional/filosófico, o incluso del científico.
Si nos ponemos marxistas podríamos aducir que los animales carecen de derechos porque no participan en el proceso de producción de bienes: no tienen manos. No eres ciudadano, no tienes derechos de ciudadanos; es más, sabemos que éstos no los disfrutan los inmigrantes sin papeles, los sólo residentes, los metecos, los periecos, los ilotas, los no-romanos (Caracalla) etc.; ¡mucho menos los tendrán los brutos!
La consecuencia es que el Homo Sapiens es Superior a todas las demás especies, las utiliza en su provecho, pone la Naturaleza toda a su servicio como Amo y Señor …; pues sí, así es. Y ello ocurre no desde Las Luces, ni desde la Civilización (Sumeria), ni desde el Homo Sapiens, sino desde el homínido: homo habilis, ergaster, faber. Recordemos otra vez lo de Ibn Jaldún: el hombre no es el más veloz, fuerte, mejor vista, oído, olfato, ágil, mejores pezuñas, garras, colmillos …, pero lo compensamos porque tenemos gran cerebro; y claro manos que son su expresión, con las cuales fabricamos herramientas, y de este modo dominamos la Naturaleza, y a los animales en ella. Esto significa que los utilizamos en nuestro provecho (carne, leche, tracción, vigilancia etc.); así ha sido, es y será …, si sobrevivimos como especie. ¿Somos egoístas los Sapientes?, no, solo sobrevivimos (utilizando la los recursos del entorno): es pura selección natural. Sólo que ahora en ésta emerge lo “artificial” (artefacto), la no-Naturaleza en verdad: la cultura, creada por el animal que fabrica útiles. Aquí hay que recordar una vez más 2.001 Una Odisea del Espacio: el hueso-herramienta que se transmuta en nave espacial.
¿Cómo vamos a dar derechos a los animales si vivimos a partir de su explotación, y de la Naturaleza en su totalidad?
El valor (económico) de una mercancía es el resultado del esfuerzo (aplicación) del trabajo humano; ello puede medirse en horas de trabajo …, esto lo he leído en la introducción a un libro reciente (2.023) sobre economía política marxista. Yo no soy ni marxista, ni comunista, ni bolchevique, ni leninista, ni maoísta, ni, ni, ni …; tampoco soy “nini” desde luego, porque mi edad me impide aspirar a ello; aunque de joven tampoco lo habría pretendido.
Ya he expuesto en otros textos mi rechazo a la teoría marxista del valor-trabajo, empleando para ello el precio (desorbitante, apabullante) de las angulas (ñam, ñam), o la diaria variación de los precios de los distintos tipos de tomate en el supermercado de mi barrio. Por lo tanto, me apunto a la teoría subjetiva del valor (económico), y a la teoría marginalista, con todo lo que conlleva.
Va de suyo que el asunto me ha arrastrado a la explotación del proletario; y ello a pesar de que sólo un 10% de los celtíberos se define como de clase obrera, y sólo un 0,1% como proletario. ¡Cielos, demonios, glub, ay, canastos, cáspita, por dios, por todos los santos, uf, el acabose, el colmo, habrase visto, increíble! … todo esto es para los partidos marxistas desde luego.
Bien, pues el término “explotación” me ha hecho transitar de la clase trabajadora, y “abusada”, a los animales (y quizás plantas & Naturaleza en general), que según cierta cosmovisión también lo son.
El caso es que no he podido (ni querido) evitar ese paralelismo entre sojuzgados: bestias y asalariados. Según el estricto comunismo la esencia de un empresario es ejecutar un aprovechamiento indebido (¡criminal!) de los currantes (de su laboro); obtener plusvalía a través de ellos y no cedérsela, sino quedarse con ella, ¡granujas!; los marginalistas, neoliberales, keynesianos y demás hierbas niegan la mayor, la menor y la conclusión. Pero no voy a adentrarme aquí en esa zona pantanosa macroeconómica (engullidora de teóricos), y lo dejo para las angulas y los tomates …
¿Y si los auténticos proletas, objeto de abusos indecibles (lengua) e innumerables (matemáticas …, troncales ambas en educación), son los brutos?; y quizás también los arbolitos/flores/arbustos/setos etc. Desde este perfil del materialismo histórico, ¡estaría de pleno acuerdo!; porque afirmo, con los darwinistas y los antropólogos sociales, que el Hombre es explotador de la naturaleza, tanto vegetal como animal; de todo lo que se mueve o vive (o se le pone por delante); es el p … Amo, Señor de “esclavos” (zoológicos y botánicos), que exprime su entorno para extraer beneficios como si plusvalía fuesen. Y por supuesto no devuelve ésta a los que la han generado, los seres vivos no-humanos.
Bueno, bueno, aquí principia mi disenso con los epígonos de El Treviriano, porque, porque, ¡tachán!, ¡niego todo el silogismo!; tenía que llegar, era inevitable, como Thanatos y los impuestos. Ya que, en otras palabras (o con las mismas si Vds. prefieren), rechazo de plano (y de volumen) que esa plusvalía obtenida por el Sapiens del ambiente externo la hayan generado las fieras y los arbolitos. ¡No!, la ha causado él mismo, con su techne, empezando por hachas, raspadores, punzones, lascas, cinceles, martillos. El bípedo implume es quien, dueño de “esclavos” naturales, ha causado esa plusvalía, ese valor extra, con su capacidad para fabricar herramientas; ejemplos típicos, y de sobra conocidos por todos Vds.: del jabalí al cerdo, del lobo al perro, de teosinte a maíz, de planta silvestre + aegilops a trigo (¡rico, rico!, me gusta muchos más que el maíz), etc. etc. etc. etc. etc. etc. …, no tengo espacio para tantos etcéteras, hasta llegar al transbordador espacial y el ordenador cuántico; y ya veremos (o verán) en el futuro.
Pues efectivamente, el Ser Humano domina, controla, exprime, la Madre Naturaleza, como hijo “desnaturalizado”, porque su esencia es la cultura/nomos no la physis; aquí dejo el campo libre a la antropología social y social. El término correcto es “domesticar”, tanto el reino vegetal como el animal.
Ergo (estamos con silogística), la relación del Ser Racional con la Naturaleza no es (ni puede, ni debe) de igualdad, equilibrio, respeto, hermanamiento; es lo opuesto, esto es, explotación, conveniencia. Si no fuera de este modo (recordemos a Ibn Jaldún), ¡desapareceríamos como especie!, la selección natural nos borraría de la faz de la Tierra. Pero es que nosotros hemos “inventado”, ¡gracias a dios!, la selección artificial, entroncada con la techne/cultura/sociedad. Un ejemplo señero es el perro, especie creada por el Humano. Es más que probable que el can sea la primera especie domesticada (y generada), lo cual siempre me ha dejado en modo Rodin (pensativo): no nos da ni leche, ni carne, ni tracción, ¡hum!
¡Animales (y vegetales) de todo el mundo, uníos!, ¡acabad con la explotación milenaria del Racional!, ¡romped vuestras cadenas, colocadas por el Bípedo!, ¡dictadura del animalado (y vegetado)! Soy plenamente consciente (puesto que pertenezco a la clase opresora, i.e. racional) de que esta llamada a la liberación animal es políticamente correcta, porque muchos establecerían un símil con la liberación de la mujer y la dictadura del feminado. Pero como darwinista debo oponerme a la manumisión de las bestias (y de los entes del entorno); porque si ello ocurriera, ya sabemos, ¡adiós a la especie humana!; y francamente eso no me apetece, ni en este momento, ¡ni en ningún momento!
Reconozco de buen grado (sin tortura) ante todos Vds. que me encantan los perros (los gatos no, que son muy ariscos), y también los delfines, y curiosamente las orcas. Pero no les otorgo derechos humanos, entre otras razones (darwinianas e ilustradas) porque pueden chocar contra los míos, si p.ej. una ballena asesina decide zamparme (sería el primer humano víctima de ellas), o un dóberman se me lanza a la yugular, o un toro de lidia me embiste … Por supuesto si sobrevivo al ataque del dóberman ¡ni siquiera podré llevarle a juicio y que el juez lo condene a seis años de reclusión!
Sigo dándole vueltas (espero no marearme) a lo de chuchos – personas en coma/bebés; en especial al último paralelismo; porque según nuestra premisa(s), la conclusión sería no el otorgar derechos al can, sino por el contrario, ¡quitárselos al bebé! Después de tanta argumentación y racionalismo cartesiano & ilustrado, aquí me cobijo bajo la pura emoción, el estricto sentir: un can y un recién nacido, o una persona en coma …, ¡no, y no!, ¡no se pueden comparar!