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JEANNE DIELMAN VS. CIUDADANO KANE, PINTURA & MENSAJE

JEANNE DIELMAN VS. CIUDADANO KANE, PINTURA & MENSAJE

 

Pues sí, he decidido retornar ¡otra vez! a mi leitmotiv (chuli palabra) en el análisis del séptimo arte, o a mi monotema, cargante y machado en exceso de tanto consumirse, en términos más coloquiales, i.e. la señora belga de clase media-aburrida contra el muchimillonario yanqui. Como saben Vds. mi favorito en el combate por la esencia del cine es el segundo.

Después de muchos decenios viendo mil y un largometrajes (opinando sobre ellos), y mucha menos pintura, a estas alturas me he decidido a prestar más atención a esta última. Es así que nunca es tarde si la dicha es buena (¡y el postre rico, rico, rico!), con el consiguiente resultado de que he (re)descubierto grandes artistas, entre ellos los del Academicismo, que me atraen por su carácter figurativo, cuidado dibujo y más en los colores: Gérôme, Couture, Bouguereau, Delaroche, Millet, De Nouÿ, R. Madrazo … En definitiva, encuentro en ellos algo análogo a lo que debe ser el cine (según mi perspectiva, no la de la dama bruselense evidentemente).

Aunque no se adscribe al Academicismo siempre tomo como ejemplo El Taller del Pintor, de Gustave Courbet. Cuando lo (volví a) contemplar acababa de ver (por n vez) Lawrence de Arabia, que es una de mis favoritas (y de Spielberg), como pura y aquilatada belleza pictórica (planos panorámicos, profundidad de campo …, lo típico en estos casos). Así que (¡icono de bombillita encendida!) …, ¡cuate, aquí hay tomate! Y éste es, como he insistido a menudo, el paralelismo entre el lienzo de Courbet y los planos con notable profundidad de campo de Lawrence de Arabia: abrir mucho el área de visión y enfocar bien a quienes están más lejos. Sí, es Gregg Toland y el enfoque profundo, de tanta influencia en el medio, empezando por Ciudadano Kane.

Confieso de buen grado, en pleno dominio de mis facultades (¡espero!) y sin ningún tipo de coacción ni tortura, ¡una vez más!, mi inclinación (exclusivista y dogmática) por esta perspectiva sobre los trabajos cinematográficos.

Está claro que soy del grupo que ve el cine ante todo como lo señala la etimología, Imagen, en movimiento; por ello reclamo su parentesco íntimo con la pintura, y las artes plásticas en general, y mucho menos con la novela, el teatro, el ensayo, la poesía, o el tratado filosófico. Soy plenamente consciente que esto me sitúa en el lado políticamente incorrecto según la izquierda brahmán y otras corrientes; para ellos la esencia de nuestro medio es la relevancia del contenido, del mensaje, que suele ser político-social, asociado a la denuncia de la opresora sociedad burguesa, y portador de una llamada a la liberación: de los proletarios, de las mujeres, de los homosexuales y lesbianas, de chuchos/mininos/orcas, de Gaia etc. Todo ello es muy encomiable, pero en mi modesto entender compete a otros campos de la actividad (iluminadora, salvadora) humana diferentes de: Discóbolo de Mirón, la Venus de Milo, El Nacimiento de Venus, La Gioconda, La Escuela de Atenas, las pinturas de la Capilla Sixtina, La Cena de Emaús, La Joven de la Perla, Las Meninas, La Ronda de Noche, La Libertad guiando al Pueblo, Tres de Mayo, La Balsa de la Medusa etc. Nunca he creído que el Arte tenga otra finalidad …, ¡que el arte!, esto es, la producción de Belleza, por diversos mecanismos.

Y lo mismo que defiendo para la pintura (y escultura, y otras artes plásticas), lo hago para la cinematografía. Aquí otros de mis recientes temas machacones: es un medio visual, con un uso expresivo del sonido, donde los diálogos los diálogos son secundarios (o terciarios), Denis Villeneuve dixit. Ésa es mi teoría estética sobre este tipo de arte (para muchos industria, o protesta social), simple, elemental, y muy denostada, lo sé.

Ahora me voy a cargar de mala leche …, porque Chantal Akerman y otros colegas (se incluyen críticos especializados) parecen desconocer por completo las obras (esfuerzos) de: Chaplin, Eisenstein, Vertov, Welles, Toland, J.Renoir, John Alton, J. Ford, G. Stevens, Wyler etc., incluso Hitchcock; ¡como si no hubieran existido!, ¡pues vaya! A mí esto me resulta un atrevimiento imperdonable, pero, en fin, para gustos están los colores, y para opiniones (encontradas) están los largometrajes.

En consecuencia: paralelismo cine – pintura. Y para seguir con mi afición a las conjeturas, sigo con una … El Academicismo me parece representar, como nos insinúa su nombre, la cima-perfección de una forma de pintar, figurativa, reproductiva de la realidad, “mimesis” en cierto (no todo) el sentido, i.e. un clásico (Classics de Garci). Hago por tanto una directa analogía con J. Ford, G. Stevens, H. Hawks, Welles, Wyler, los muchos del cine negro (mi género favorito de la época), incluso segundos espadas como R. Walsh, H. Hathaway, A. Mann. Todos ellos generadores de un estilo cásico (paradigma, digno de imitación) de contar historias con imágenes; de nuevo: el horizonte nunca en medio, porque si es así resulta aburrido, una porquería (J. Ford al joven Fabelman: Frederic Remington). Todo ello es rechazado en 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles; ¡qué le vamos a hacer!

Mi suposición es que para numerosos cineastas, y críticos, las películas del Hollywood clásico habían llegado un grado tal de logrado acabado, que debían ser sustituidas por algo nuevo, de vanguardia; eran ya muy académicas, pompier incluso, y urgía romper con esa tradición. Así llegó p.ej. en Neorrealismo, o la Nouvelle Vague, y luego Madame Akerman.

Por mi parte empatizo totalmente con esa necesidad (insistente) del arte, por innovar, inventar, romper viejos odres y explorar nuevos senderos; sí, el arte es, ¡creación!, evolucionar y revolucionar, ¡nunca pararse! Pero sigo apreciando muchísimo a esos clásicos, de la Academia de Pintura, y de Cine; y me sigue gustando mucho más Ciudadano Kane que Jeanne Dielman; de hecho ésta no me gusta, sino que me aburre, y tuve que realizar un poderoso ejercicio de voluntad para terminar de verla (en tres sentadas). Sí, lo comprendo, hay que avanzar, abrir caminos en la creación artística …, sólo que en ocasiones (como en 23, quai du commerce) mi (penosa) impresión es que el desplazamiento es como los cangrejos: claroscuro/Caravaggio, expresionismo alemán, configuración del encuadre, simetrías, proporción áurea, planos (primer, panorámico, cenital, americano, general), ángulos de cámara, diseño de producción, plano secuencia trasladando la cámara (por diversos medios), edición de las tomas (en paralelo, rápido, pausado, reiterativo) …, lo de siempre vamos. Pues de “siempre” hemos pasado a “nunca” en esa dirección de Bruselas: nada, niente, rien, nothing, nichts. De tanto desplazarnos hacia delante en el séptimo (y otros números) en arte, a veces tengo que la impresión de que nos hemos extraviado (en la no-estética), o nos hemos despeñado por el precipicio.

 

Fue Marcel Pagnol quien definió un largometraje como “teatro filmado”, y estoy en pleno, absoluto, total, íntegro ¡desacuerdo! Veamos; si estoy sentado en el patio de butacas contemplando una obra dramática (o cómica, o trágica), puedo en cierto momento dirigir mi mirada/atención a uno de los personajes/objetos/aspectos del decorado. Con una cámara ello generaría un primer plano, ¡que no existe en el teatro!, ni ningún otro tipo de plano (encuadre). Con mi ojo/cámara puedo incluso detenerme largamente en ese primer plano, convirtiéndolo en casi estático; o puedo pasar rápidamente a otros planos/lugares del escenario, o desplazarme lentamente (con mi ojo/cámara) por este último; o yuxtaponer a mi antojo esas miradas/centros de atención de la cámara. Así he descubierto el montaje (cortar/empalmar) en un largometraje, y el plano secuencia con movimiento. Y puedo mirar (con la cámara) hacia arriba (cenital), o hacia abajo (ángulo bajo); incluso podría levantarme, y así poder acercar mi ojo/cámara al escenario, variando enormemente la perspectiva. Así estoy desarrollando un nuevo medio artístico, que no me gusta llamara lenguaje, porque reservo habitualmente este vocablo para: francés, inglés, italiano, latín, castellano, griego, ruso, bereber, nahuatl, aleutiano, quechua y demás. Mucho menos me gusta el término “gramática cinematográfica”; pero es cierto que el séptimo arte es un medio de comunicación (además de expresión), de historias & argumentos, por tanto, sí, es aceptable calificarlo de lenguaje (analogía). Ergo, no es de ninguna manera equivalente a registrar (rodar) una función teatral, porque tú desplazas tus ojos (cámara) por el escenario (estudio de rodaje, o exterior/naturaleza); y tienes la facultad de ejecutarlo rápido o lento, de aproximarte o distanciarte.

Editar las tomas, hacer éstas largas trasladando la cámara (vista): las dos grandes herramientas del medio (¿lenguaje?) cinematográfico. Y lo reitero, en Jeanne Dielman: nada, niente, rien, nothing, nichts.

Añadir, desde luego, que para muchos (ejecutivos de empresas) la cinematografía no es ni arte ni medio de transformación social, sino un jugoso y lucrativo negocio para ganar mucha pasta; una industria, como la del automóvil, los aviones, los barcos, las lavadoras, o los jabones. Sí, hay muchas opiniones, pero tenemos colores para todas, gracias a Dios; por mi parte quiero recordar y promocionar la de Orson y Toland, que incluye mucha belleza.  En plan optimista personalmente albergo la convicción p.ej. de que Wes Anderson y Paolo Sorrentino (mis favoritos) no parecen centrados/obsesionados con lograr enormes beneficios con sus obras; y no hacen “teatro” (en ninguna acepción). Así que donde hay Arte ¡hay esperanza!

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