LUGARES EN LA MANCHA, SITIOS EN HOLLYWOOD
- gonzalojesuscasano
- 16 jul 2023
- 3 Min. de lectura
LUGARES EN LA MANCHA, SITIOS EN HOLLYWOOD
Suelo repetir desde hace años, machaconamente, cuando se aborda el asunto de qué es el Arte: morirse de frio. Y desde luego lo aplico también al séptimo de ellos; esto es, ¿quién lo sabe?; incluso tengo la sospecha que el que lo sabe ¡se lo calla!, y no tiene al resto de los ignorantes mortales en ascuas, de hecho abrasados por la curiosidad.
He recalcado lo de fluidez, ritmo en la narración (por medio del montaje), tempo musical, en un largometraje, y procesos análogos en la novela. De acuerdo, bien …, pero resta otro rasgo primordial, la Belleza. No olvidemos que nos hallamos situados en el área de la Estética. Hay que narrar, en cine y prosa, con continuidad, de modo que la obra corra con facilidad; pero todo hijo de vecino supone (exige) que el producto fabrique agrado para los sentidos. En la cinematografía todos conocemos lo típico para ello: fotografía ajustada, iluminación, composición de las figuras en el plano, el horizonte arriba o abajo (Ford en los Fabelman), acierto en la ubicación de la cámara y sus ángulos, todo eso de cortar/pegar, planos “pictóricos”, en fin, lo de siempre.
Como una imagen vale más que mil palabras, y un ejemplo más que diez mil, me pongo a ello con una de las últimas que he vuelto a ver, El Ministerio del Miedo, del gran Fritz Lang, basada en una novela del gran Graham Greene. Ray Milland entra en una pequeña feria de pueblo …, la cámara le sigue en su caminar, suavemente; se detiene en un puesto donde hay tartas, la cámara se mueve de izquierda a derecha mostrándonos otros aspectos y personas del lugar. Milland se aleja y la cámara, sutilmente vuelve a desplazarse con él. Todo el proceso ha sido tan leve, que casi ni te das cuenta; como la cebolla en la tortilla de patatas, que no notas su sabor peculiar pero sí que la tortilla tiene mejor gusto. Igual procede Lang con ese empleo del movimiento de la cámara, que ni siquiera es tan largo como para denominarlo plano-secuencia (Sed de Mal); no soy historiador del cine, pero dudo que haya un realizador que recurra a este proceso con tanta asiduidad, y efectividad. Puede parecer un pequeño detalle, desplazar un poco la cámara para seguir mejor a los personajes, pero a mí me parece grande; y además, ¡demonios!, es muy bonito, y sólo por eso merece la pena que Lang siga empleándolo.
Admito mi preferencia, debilidad, por el este artista vienés, desde hace decenios, hasta colocarle muy cerca de Welles, Hitchcock, Eisenstein, Fellini, G. Stevens, Ford. ¿Exagero?, bueno todos es cuestión de gustos, y movimientos de la cámara, y éste es un país libre, en movimientos y opiniones. En Lang, y en los citados, encontramos ese suave fluir del río de Heráclito en las imágenes, construyendo un relato, y asimismo, Belleza, un torrente (que también discurre) de ella. Lo de Heráclito es para dar al texto un toque culto y erudito, porque nos valdría cualquier cualquier riachuelo español cuya corriente no encuentre obstáculos, i.e. no se requiere un río helénico.
Pero no, con esto de la Narración, el Fluir y la Estética, no hemos acabado la cuestión, en absoluto. Porque hay otras corrientes de pensamiento que piden mucho más de un largometraje, para calificarlo de arte, con mayúsculas. En primer lugar, evidente, los que aseveran que una película (y todo producto artístico) debe servir a la liberación de la alienación, de las cadenas de los proletarios, a implantar la Revolución. El ejemplo señero sería Eisenstein, con sus huelgas, acorazados y octubres. Bueno, yo no me adscribo a este grupo, sino al de Ciudadano Kane, pero entiendo por donde van sus criterios; desde luego que coloco El Acorazado Potemkin entre las mejores de la historia, pero lo hago por la exquisita técnica en el montaje, y en los encuadres, no por su mensaje ideológico.
En fechas contemporáneas ha surgido el grupo de Jeanne Dielman, que denuncia, y aspira a liberar a los nuevos oprimidos, las mujeres. Luego vendrán los LGTB, los chuchos, Gaia etc., y más tarde los marcianos, y después los andromedanos. Pero, en fin, ésta es otra guerra, y otra (cosmo)visión del cine, muy distinta a la que mantengo aquí (y allí, y acullá, y allende, y en todo sitio y lugar). Soy muy consciente que aquí, Jeanne Dielman vs. Ciudadano Kane, hay un fuerte debate, artístico, dialéctico, político, incluso existencial.
En resumen, yo me quedo con el fluir del riachuelo en los Pirineos, la historia bien narrada, fotografía, y el equilibrio en las figuras, simetría, proporción áurea, en el plano/pintura; a lo que hay que sumar, por supuesto: desplazar la cámara bien, y lo mismo con la edición de las tomas.