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SHOGUN, CLAVELL: NARRADOR, LITERATO

  • gonzalojesuscasano
  • 18 abr 2024
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2024

SHOGUN, CLAVELL: NARRADOR, LITERATO

 

Pues sí, efectivamente, mucho se está hablando estos días de Shogun, una serie que ha sido un exitazo de audiencia en la televisión, y por añadidura de críticas positivas. Algunos llegan a anunciar que será un fenómeno socio-cultural …, bueno “ya se verá”, no nos desboquemos con los elogios.

En cualquier caso estoy personalmente muy satisfecho con esta recepción, del público en general, porque la novela sencillamente me encantó cuando la leí con veintitantos (hace, ¡ay!, unos cuantos decenios). Recuerdo nítidamente las circunstancias, porque era  una época de estudiar como un poseso en la Universidad, día y noche, laborales y fiestas guardar, en la biblioteca o en casa. Tiempos exigentes, y por lo mismo provechosos (¡ethos calvinista a tope!), que dejaron tras sí buenos resultados. En esa tesitura zambullirme en las páginas de Shogun era un respiro, una evasión, un remanso de paz, o para expresarlo más adecuadamente, ¡de guerra!. Porque de ésta había un montonazo en la novela; intrigas, celadas, descuartizamientos, alianzas y traiciones & traiciones y alianzas, lucha inagotable por el Poder, maquiavelismo & Borgias a tope, nunca se está seguro de las intenciones del ¿aliado/enemigo?, la llegada de potencias extranjeras y la disrupción que conlleva, conversiones al cristianismo y tremendos recelos ante esa nueva fe/institución, daimios y samuráis …, y mucho más. Todo ello sin parar, a uña de caballo, sin respiro para el asombrado lector.

Recuerdo perfectamente el libro, de tapa blanda, “de bolsillo”, aunque gordísimo, con sus más de mil páginas, y aquel precioso dibujo de un guerrero japonés con su magnífica armadura. Pues sí, más de mil páginas, pero en cada una de ellas Clavell conseguía engancharte con algún evento, personaje, giro de la historia; y así sin tregua, en un viaje hechizante al mundo del Japón de 1.600. Hasta allí llegaron los portugueses (y españoles), trayendo las armas de fuego y el catolicismo, y transformando la sociedad nipona; y poco después aparecieron los rivales protestantes, holandeses e ingleses. Clavell lo relata como un enfrentamiento vicario de europeos en el Lejano Oriente. Clavell te lo cuenta con gran agilidad, sin florituras lingüísticas, sin figuras literarias, al grano siempre, i.e. al evento. Y así página tras página; todavía recuerdo vívidamente mi pena al comprobar que el libro (la parte que me quedaba) iba adelgazando cada vez más, porque deseaba que el volumen fuera sempiternamente gordo, mofletudo. En fin, algo comparable a lo que me pasó (y a muchos, estoy seguro), con Guerra y Paz.

Encontré hace hay tiempo en imdb.com una escueta (muy apropiada para su escritura) frase de nuestro autor: “No soy un novelista, sino un narrador de historias. No soy en absoluto una figura literatura”.

Pues, sé, nuestro escritor es prudente, incluso humilde: es un cuentacuentos, no un literato, no un artista, de esos que en tiempos pretéritos hacían contener el aliento a sus oyentes, alrededor de una fogata prehistórica. Ciertamente yo jamás le concedería a nuestro australiano el Premio Nobel, ni ningún otro de literatura desde luego. No es un maestro con las palabras, sus frases & párrafos, no son para leerlos muchas veces y deleitarse en su belleza, en su musicalidad o en el ingenio de comparaciones/descripciones/análisis psicológicos y demás, no, nada de supremo dominio de la lengua inglesa …, pero ¡demonios! (¡o cielos!), qué destreza para relatar, con desenvoltura y sin atascarse, línea tras línea, párrafo tras párrafo. Grandes “literatos” darían su mano izquierda (la diestra para sostener la pluma) por poseer esta capacidad. La atesoran, evidentemente, algunos de los mejores en el uso de la lengua, e.g. D. Miguel (el de Alcalá de Henares), Graham Greene, Norman Mailer, García Márquez.

Yo siempre estoy a vueltas con la “fluidez” (el río de Heráclito), en la literatura, y asimismo en el cine. Y nuestro anglosajón la posee en grandes cantidades; por ello siempre me ha llamado la atención el que dirigiera algunas películas, nada malas por cierto. Está por supuesto el clásico Rebelión en las Aulas, pero yo me quedo con El último Valle; ¡pedazo de guión!

Desde el primer momento pensé que Peter Marlowe, que aparece en varias novelas, empezando por El Rey de las Ratas, es el propio James Clavell, y con posterioridad lo he corroborado. Pero lo que he descubierto sólo hace unos minutos antes de escribir la siguiente frase es …, que nuestro hombre es un gran admirador de Ayn Rand, su individualismo, sus hombres hechos a sí mismos; y sí, reflexionando ahora mismo sobre ello, no me sorprende, más aún me ayuda a entender, a poner en perspectiva, a muchos de sus personajes, y de sus motivaciones y los eventos en que acaban envueltos. Ayn Rand – James Clavell: sustancioso desde luego, para la literatura, la economía, y la ética.

La miniserie de 1.980, con Richard Chamberlain, me pareció correcta, buena, pero no para tirar cohetes. Ésta de 2.024 es para llenar el cielo de luces de artificio, por Forma y Fondo; porque existe buen tempo en la edición de tomas, pero asimismo nada despreciables planos generales, pictóricos. Suele decirse que del cochino está bueno todo, hasta los andares; pues en Shogun 2.024 hasta los títulos de crédito son muy estéticos: un elemento que no hay que desdeñar, porque el cine es sobre todo (para quien esto escribe) un arte plástica ante todo.

Pues sí, Clavell no es un literato/artista, debido a la sencillez, desnudez, de su prosa, pero cuenta con indiscutible soltura …; ¿sería esta propiedad condición necesaria y suficiente en el séptimo arte para catalogar a un realizador de Grande, aunque no posea el sentido pictórico de Lean, Ford, Wyler, G. Stevens u Orson? Pues la respuesta es afirmativa para éste su seguro servidor. Me voy a ejemplos típicos y tópicos, Capra, Hawks o R. Walsh. Los largometrajes de Capra tienen una agilidad/velocidad admirables; Hawks es el señor del montaje invisible, si te pones a ver una de sus películas pensarás todo el rato que los encuadres no son ópticamente notables, y lo seguirás pensando hasta que se acabe la cinta …, porque una vez que has empezado seguirás y seguirás viendo escenas. Tempo, ritmo, narración.  

¿Y qué decir de Raoul Walsh? Cuando surge su nombre siempre acude a mi coco un término/concepto: aceleración. Sus actores dan la impresión de tener un petardo en el c… por la celeridad conque se mueven; y lo mismo hay que aplicar al montaje, esto es, Walsh cambia de plano con una agilidad/habilidad poco vista, sin llegar a confundir al espectador, sin aturrullarle. Es el cineasta para los grupos humanos que se andan persiguiendo sin descanso en la selva, el bosque, la pradera, en las playas, los ríos & pantanos, los paisajes nevados o helados, los océanos etc. etc. Imposible bostezar en sus trabajos, o perder comba, i.e. inmensamente entretenido (como Hawks), ojos y oídos bien abiertos, y boca (¡pero cuidado con las moscas!).

En conclusión, ritmo en el la edición, creación de un tempo acertado para la historia, generan un Artista en el cine, pero ¡no en la literatura! ¡Ay, ay, ay!, para Mr. Clavell, porque, como él mismo asume, carece de excelencia empujando un verbo junto a un sustantivo, un adjetivo, un adverbio o un pronombre; esa pericia es peculiar de D. Guillermo, y de los líricos consumados, cuyos textos leemos una y otra vez, a menudo por su pura musicalidad. No, no se halla en nuestro británico. Pero ¡qué grande es saber contar una historia! Desde ese ángulo nunca he leído una narración más “atrapante” que Shogun; y los directores de la serie televisiva le han hecho justicia a esa propiedad, ubicando la cámara, moviéndola, y cortando/pegando.

En mi opinión sería justo que se transformara en ese fenómeno socio-cultural que algunos mencionan. La mejor serie que me he encontrado en muchos años; no, llego al extremo de ubicarla en el mismo escalón que House M.D., la mejor que se ha hecho, y se hará nunca, al menos en este planeta …, porque no hay que descartar que en Andrómeda hayan producido una mejor: ello nos lo comunicaría el Athletic, cuando viaje allí a jugar (y ganar) la final del Torneo Intergaláctico; confío en que en esa región del cosmos tengan una Gabarra.

Shogun, la serie, es un paradigma de cómo deben “construirse” las series de televisión; así que deseo fervientemente que más pronto que tarde le toque la vez a Gai-Jin y Torbellino. Respecto a esta última conservo en mi memoria, desde hace muchos lustros, que batió una plusmarca: la mayor cantidad de dólares pagados, como adelanto, por una editorial. No sé si seguirá como n. 1 en los registros, pero ello el caso testimonia que ser un buen “relatador” no es moco de pavo, si no artísticamente, al menos pecuniariamente.  

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